Friday, September 22, 2006

Bardo del pueblo





Por Matilde Salas Servando TOMADO DE LA REVISTA SOMOS JOVENES.

La habanera villa de Guanabacoa, tierra de manantiales y cuna de pintores, músicos y poetas, también fue la patria chica de un inspirado bardo conocido en el mundo cultural cubano e internacional como el Indio Naborí.

Según sus documentos de filiación su nombre estaba registrado como Sabio Jesús Orta Ruiz, nacido el último día de septiembre de 1922. Ese hombre de alta estatura y humilde simpatía, de cabello premiado con la plata del tiempo y cálida voz, supo ser por más de ocho décadas, consecuente con su familia, su patria y su tiempo.

Su temprana vocación literaria le llevó a ganar el Concurso Nacional de Homenaje a las Madres, convocado por la Asociación de Periodistas y Escritores de Artemisa, en Pinar del Río y desde entonces puso su empeño en estudiar, mientras apoyaba las acciones de lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista.

También se le conoció como Jesús Ribona, Juan Criollo y Martín de la Hoz, seudónimos con los que dio a conocer su extensa obra recogida en publicaciones periódicas como: Mañana, Noticias de Hoy, El Mundo y Granma, además de las revistas Mujeres, Bohemia, Romances, Mella, Trabajo, Cuba y Verde Olivo. Sus poemas llenan varios volúmenes que han sido traducidos al inglés, checo, francés, ruso, italiano, vietnamita, búlgaro y chino.

Sin lugar a dudas se puede afirmar que el Indio Naborí está considerado como el decimista más significativo de la literatura cubana contemporánea, por su participación protagónica en el llamado fenómeno de renovación de la estrofa, ocurrido a mediado del siglo XX. A esto se suma la concertación efectuada entre temas considerados entre lo culto y lo popular, como se puede apreciar en sus primeros cuadernos: “Guardarraya sonora” (1946) y “Bandurria y violín”, que vio la luz dos años después.

La poética de Orta Ruiz se desgrana en tres vertientes principales, que son: la campesina, la social y la autobiográfica; en esta última no deja de poner siempre en primer plano a su entrañable Eloína, la musa que lo acompañó en la vida durante varias décadas, la misma con la que fundó una familia que era su orgullo y pasión.

Su prolífica labor fue destacada con importantes reconocimientos como: la de Héroe Nacional del Trabajo y la medalla Alejo Carpentier (1982); Orden Félix Varela (1991); el Premio Nacional de Literatura, (1995); Premio Nacional de Cultura Comunitaria (1999) y finalista del Premio Príncipe de Asturias, de las Letras, en el 2000.

Una muestra de su obra amorosa está dada en el

Poema de tus manos

Tus manos son dos nardos que mi boca
ensortija de besos. En tus manos,
transformóse el manojo de mis penas
en manojos de cantos.

Cuando acarician mi cabeza negra
hay en mi frente pensamientos blancos.

Surgieron en el mar de mi agonía
y se tendieron a mi sueño náufrago.

Y no son manos consteladas-iris
de zafiros, diamantes y topacios-:
son manos que adornaron las virtudes
con las ásperas joyas del trabajo.

Deja verlas, Amada. Que mis besos
endulcen el dolor de su cansancio
y déjame anunciarte que el mañana
es una blanca redención de nardos.

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