Tuesday, October 19, 2010

UNA LEYENDA DE LAS TUNAS. EL INDIO SIN CABEZA Y EL CABALLO BLANCO


Por Juan Morales Agüero


A pesar de que ya apenas se le menciona en las tertulias de barrio, los tuneros de más de 60 años de edad recuerdan todavía, con una pizca de respeto y otra de burla, la antigua leyenda local del indio sin cabeza y su inseparable caballo blanco. ¡Cuántas tragedias se asociaron durante décadas con aquel tenebroso jinete y su nívea cabalgadura!
La memoria popular fija la génesis del mito en 1617 y le establece nexos con un idilio amoroso entre un joven aborigen de la zona y la hija de un conquistador español. Una madrugada, este descubre el oculto romance y, en venganza por semejante «afrenta», ordena a sus sicarios decapitar cuanto antes al joven indígena.
Los matones cumplieron la encomienda: el nativo fue pasado a cuchillo y su cabeza separada del cuerpo de un violento tajo. Sin embargo, y por razones que ni siquiera la leyenda esclarece, no pudieron presentarle a su jefe la testa del sujeto asesinado. El cadáver se esfumó como por obra de un milagro.
Se suele contar que desde entonces se vio correr a todo galope por las sabanas de la otrora comarca de Cueybá a un indio decapitado que clamaba justicia a lomo de un espléndido caballo blanco. Desde esa fecha, cada «aparición» del extravagante fantasma se relacionó con cuanto drama individual o colectivo aconteció en el territorio. «Yo sentí los cascos anoche y mira...», decían los trasnochados ante cualquier tragedia.
Una de ellas fue el dramático accidente ferroviario que vistió de luto a la ciudad de Victoria de Las Tunas en 1945, con saldo de 25 personas fallecidas y numerosas lesionadas. Otra, la célebre granizada de 1963 y su secuela de casas destruidas y postes derribados. En ambas, muchos lugareños «aseguraron» haber sentido vagar por las calles la víspera al siniestro indio sin cabeza y a su no menos lúgubre caballo blanco.
Todo se lo achacaban: un crimen pasional... ¡el indio y el caballo blanco! Una riña tumultuaria... ¡el indio y caballo blanco! Un choque entre automóviles... ¡el indio y el caballo blanco! Cualquier sonido de cascos nocturnos desbocaba el pánico. Se decía que quien viera aquella suerte de centauro tenía los días contados. De ahí el «me lo dijeron, yo no lo vi».
Con el tiempo, la leyenda fue perdiendo terreno hasta quedar sepultada en el olvido. Las nuevas generaciones jamás han escuchado hablar de ella. Hoy solo forma parte del folclor local y de la inspiración de sus artistas. Lo confirma la obra en metal que engalanó hasta hace poco un ángulo del Hotel Las Tunas, y que lleva la firma del escultor Rogelio Ricardo.
El nivel cultural alcanzado por los cubanos hizo posible que creencias como la del indio sin cabeza y su blanca cabalgadura ya no atemoricen a nadie por acá. Un poeta tunero, permeado del significado de la leyenda, la interpretó y se inspiró en ella de esta lírica y hermosa manera: / Y así la imaginación / es fuente de poesía / en esa superstición. / Belleza en la fantasía / belleza en la realidad... / si es ficción o si es verdad / ¿nos importa todavía? /

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