Thursday, July 19, 2007

Las Tunas de ayer y de hoy

Por Juan Morales Agüero

“Se lo digo yo, periodista, ¡cualquier tiempo pasado fue peor!”, parafrasea con ácido semblante Justino el limpiabotas, mientras el trapo negro vuela entre sus negras manos sobre la negra piel de un mocasín. Calla un instante: reflexiona, piensa, medita, rememora, evoca... Luego vuelve a las andadas. “Yo aprendí a leer con la Revolución –asegura-. ¡Y leí cada cosa...! A mí de atrás no hay quien me haga cuentos. Por ahí tengo un pedazo de periódico que dice lo que era Tunas antes de llegar Fidel. Déjeme buscarlo. A ver a ver a ver... Mire, aquí está... ¡Lea!

Dice, entre otras cosas, que, según el censo de 1953, el otrora territorio de Victoria de Las Tunas contaba con 225 mil 873 habitantes y... ¡solo seis hospitales! Las camas de ingreso rondaban las 200 y dejaban fuera al sector rural, no obstante residir allí 164 mil 576 seres humanos. Empero, 12 clínicas exclusivas ofertaban servicios a precios inasequibles. Los médicos en ejercicio no pasaban de 60, y la mayoría practicaba la medicina privada. Para los pobres de tan nefasta etapa, la municipalidad sólo dedicaba un presupuesto sanitario de 30 mil pesos.

Sigo pegado al recorte. En materia de educación el panorama no era menos sombrío. La cifra de analfabetos sobrepasaba ampliamente los 35 mil. En el campo la situación se tornaba muchísimo más dramática, pues apenas existían escuelas. La cantidad de maestros era también tremendamente exigua, y casi todos carecían de la preparación necesaria para asumir el desafío de enfrentar la docencia. A la universidad llegaban solamente algunos hijos de colonos ricos.

Continúo. La comarca disponía de seis ingenios azucareros, el último de los cuales construido en l9l5. Además, una planta de acopio de leche, una fábrica de galletas, otra de fideos, dos mataderos, una empacadora, varias panaderías artesanales... ¡y pare de contar! El desempleo, la explotación, la miseria, la insalubridad, la ignorancia, la prostitución, el juego, la droga, la represión y otros males constituían el desesperanzador óleo de aquella mal recordado período seudo-republicano.

La situación, por cierto, no era franquicia exclusiva de Victoria de Las Tunas ni mucho menos. ¡Era un mal nacional! Algo había que hacer en Cuba para ponerle coto definitivo e instaurar en el país un sistema de justicia social “de los humildes, por los humildes y para los humildes”, como diría Fidel años después. Y se intentó, desde luego: el 26 de julio de 1953 se produjo, en el contexto referido, el asalto al cuartel Moncada.

-Sin embargo, poco antes del ataque, los tuneros habían comenzado a dar muestras de su inconformidad con el régimen golpista instaurado en Cuba el 10 de marzo de 1952 –apunta el licenciado Nelson Marrero, acucioso investigador de la historia local-. La alta dirigencia ortodoxa apenas impugnó aquel cuartelazo traidor. Pero sus miembros más radicales sí. En consecuencia, varios de ellos se reunieron en enero de 1953 en los altos del bar La Cubana para romper con la politiquería que minaba el partido fundado por Eddy Chibás. Allí decidieron pasar a la acción mediante la propaganda, cuya primera etapa consistió en distribuir materiales extraídos de publicaciones tales como Alma Máter y Aldabonazo, contentivos de una evidente orientación revolucionaria, y en captar nuevos miembros para el grupo.

No se limitaron a eso, empero. En una investigación a propósito del asunto, Marrero consigna que los revolucionarios tuneros, además, hicieron abortar la parada escolar por el centenario de Martí, para lo cual, previamente, distribuyeron volantes con este texto: “Padre, no dejes ir a tus hijos a la parada escolar, porque habrá disturbios y sus vidas corren peligro”. También lanzaron cuartillas antibatistianas con décimas de Jesús Rodríguez Vidal sobre los lunetarios de los teatros Rivera y Martí, el parque Vicente García y la estación policial de la ciudad. Algunos ejemplares se remitieron vía correo a las residencias de los principales personeros y esbirros del régimen en el territorio. Hubo detenciones, pero nadie dio un paso atrás.

En eso andaba el grupo de revolucionarios de Victoria de Las Tunas cuando se produjo el ataque al cuartel Moncada. La noticia produjo una ola de júbilo entre sus integrantes, quienes decidieron mantenerse alertas para pasar a la acción cuando resultara necesario. Mientras tanto, prosiguieron la captación de nuevos simpatizantes, realizaron sabotajes –como la quema del llamado Arco del Triunfo y de pasquines electorales- y se dieron a la tarea de distribuir copias de La historia me absolverá, traída a la zona por el chaparrero Ángel Ameijeiras.

-Casi todos los asaltantes pasaron por nuestra ciudad en los días previos al ataque a la fortaleza militar, tanto en automóviles como en guaguas –apunta Laudelio Reyes, veterano luchador tunero-. Se dice, incluso, que Fidel se detuvo en la cafetería El Néctar, donde hoy radica el restaurante Don Juan, al lado de la Plaza Martiana. Lo que sí está confirmado es que varios familiares de los atacantes se alojaron por esos días en el Hotel Casino, en tránsito hacia Santiago de Cuba.

-Cuando en 1955, después de ser condenado y encarcelado por aquel glorioso suceso, Fidel salió de la prisión, Juan Pérez González, uno de los revolucionarios tuneros, viajó hasta La Habana y se entrevistó con él para poner al grupo a sus órdenes –recuerda Marrero-. Nuestro líder le respondió que lo tendría en cuenta llegado el momento. Los jóvenes hicieron contacto luego con militantes camagüeyanos por intermedio de Jesús Suárez Gayol y de Cándido González, dos tuneros que por entonces residían en la ciudad de los tinajones. También consiguieron entrevistarse con Pedro Miret, en la capital, a quien le manifestaron el ferviente deseo del grupo de integrarse al Movimiento 26 de Julio.

Poco después, Fidel se exilió en México. Pero un enviado de la dirección nacional vino por acá y valoró sobre el terreno el nivel de organización conseguido por los antibatistianos de aquí. Junto con una comisión local, el visitante recorrió todos los poblados de las regiones que integrarían luego la Séptima Zona del Movimiento. Así, fueron visitados Jobabo, Manatí, Vázquez, San Manuel, Puerto Padre, Delicias y Chaparra. Desde el país azteca, el líder orientó pasar de la actividad política a la actividad revolucionaria. Comenzó a escucharse ¡Revolución, Revolución!

-A finales de 1955 llegaron a Tunas Frank País, Léster Rodríguez y otros miembros de la dirección del Movimiento en la provincia de Oriente –acota Marrero-. Se reunieron con los revolucionarios tuneros en el depósito de ron Pinilla que existía entonces en Lucas Ortiz, esquina Juan G. Gómez. Después de escuchar el informe organizativo del grupo, Frank orientó crear células por sectores, con no menos de cinco miembros y no más de 10. Esa reunión fundacional aparece en los anales de la historia local como la que incorporó a la comarca al Movimiento 26 de Julio.

Luego todo marchó a velocidad de vértigo y la bandera rojinegra hizo valer su rango junto a la de la estrella solitaria. Las células tuneras entraron en acción y cumplieron las tareas asignadas por el alto mando del Movimiento. No pocos de sus miembros tomaron rumbo a la legendaria Sierra Maestra, después del desembarco del yate Granma por la costa sur de Oriente. Muchos cerraron filas en las columnas rebeldes que hicieron efectiva la invasión a occidente al mando de Camilo y el Che. Algunos forman ya parte del martirologio de la Patria, por haber ofrendado sus vidas por ella. Todos son miembros de esa gran familia que es la Revolución.

El panorama tunero actual carece de nexos con el de la etapa que me reseña el recorte del limpiabotas Justino. Hoy tenemos más de medio millón de habitantes, 13 hospitales, casi dos mil camas de ingreso, cobertura absoluta en el sector rural, miles de médicos, asilos de ancianos, hogares maternos, casas de niños desamparados, campañas de vacunación... Erradicamos los analfabetos y contamos con miles de maestros muy bien preparados. Disponemos de centenares de escuelas de todo tipo, universidades municipales y hasta soñamos con ser el país más culto del mundo. Hemos reestructurado la industria azucarera y contamos con una excelente base industrial. No sufrimos explotación, desempleo, miseria, represión, insalubridad, ignorancia, drogas, crímenes... Vivimos en paz y estamos orgullosos de lo que somos, aunque a cierto vecino le cause ronchas. Sí, Las Tunas es hoy un óleo diferente. Aquel 26 de julio de 1953 hizo posibles estas realidades. Valió la pena luchar. Y habrá más. Porque cualquier tiempo futuro tiene que ser mejor.

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