Los días tuneros de la Crisis de Octubre
Por Juan Morales Agüero
De la Crisis de Octubre se ha escrito copiosamente, tanto en Cuba como en el extranjero. Y no es para menos, pues se trata del episodio más dramático de la llamada Guerra Fría, que situó al mundo en la antesala de una contienda nuclear. Sus causas se localizan en la política hostil y agresiva seguida durante decenios por los Estados Unidos contra nuestro país, que tuvo su momento culminante en la invasión de Playa Girón.
En el territorio tunero, aquellos días “luminosos y tristes”, al decir del Che, confirmaron inequívocamente el compromiso del pueblo con su incipiente Revolución. A pesar de las amenazas y de las provocaciones del imperio, la gente se mantuvo inconmovible desde el mismo lunes 22 de octubre, cuando el Comandante en Jefe decretó la Alarma de Combate.
Dice la investigadora tunera Teresa Feria que esa noche se pusieron en pie de guerra en nuestra comarca las Milicias Nacionales Revolucionarias, las Fuerzas Armadas y la Defensa Popular. En el transcurso de unas pocas horas miles de personas tomaron posiciones en sus puestos, encabezadas por los dirigentes del Partido y de las organizaciones de masas. No quedó un reducto sin su correspondiente protección.
Como seguramente el lector conoce, en el actual territorio tunero se dislocaron tres bases coheteriles soviéticas, una de las cuales estaba ubicada en la antigua finca ganadera Potosí, sede del Estado Mayor del Segundo Regimiento de Defensa Antiaérea, sobre cuyas instalaciones la aviación yanki realizó más de un insolente vuelo rasante.
En vistas de lo peligroso de la situación, las partes soviética y tunera acordaron entonces intervenir todas las clínicas privadas existentes en la ciudad —Loreto, Tablada, Chamizo...— y ponerlas a disposición de posibles contingencias. Así, se crearon grupos sanitarios, en los cuales los Comité de Defensa de la Revolución (CDR) y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) desempeñaron un rol de primerísima línea. Para los niños y los ancianos se buscaron seguras alternativas de evacuación.
Con el territorio en zafarrancho de combate, los batallones de defensa popular procedieron a adoptar otras medidas urgentes, tales como la protección a las bases militares y el aseguramiento del transporte y el combustible. En una fábrica textil en construcción se almacenó una buena cantidad de alimentos. En los centros de trabajo se realizaron guardias permanentes. El pueblo en general donó picos, palas y hachas para las tropas. Apenas se durmió durante aquellos días de fervor patriótico.
La licenciada Feria precisa que “las mujeres tuneras estructuraron una comisión para organizarse en caso de ocupación enemiga”. A tales efectos decidieron sustituir en sus puestos de trabajo a los hombres movilizados; abrir un taller de trabajo permanente para confeccionar hamacas, mochilas y ropa interior con máquinas de coser de las propias federadas...; un grupo de ellas visitó hogares recolectando libros, ropa y medicamentos para luego enviarlos a las trincheras; otro colectivo recorrió las calles de la ciudad con altoparlantes con el propósito de ofrecerle orientaciones precisas al pueblo...
Los chóferes particulares, tanto de automóviles como de camiones, se pusieron a disposición de la difícil coyuntura y aceptaron estar siempre localizables. Trabajaban durante el día y parqueaban debidamente habilitados en horas de la noche, prestos a cumplir cualquier misión. Era el pueblo en pleno, unido en un solo puño y un solo corazón.
En el litoral tunero la moral combativa también estuvo por lo alto. Recuerda la profesora Feria que “el Batallón 592 fue desplegado a todo lo largo de la costa de Manatí, desde Mono Ciego hasta Tabor. Estaba compuesto por 500 hombres, que desafiaron lluvia y mosquitos sin dar un paso atrás”. Algo curioso: el avión U-2 derribado en Banes por aquellos días les pasó por encima en esa misma jornada en vuelo a baja altura. En la línea del horizonte, un barco de guerra norteamericano exhibía su prepotencia.
A pesar del sentimiento de desilusión y de amargura que dejó en nuestro pueblo la solución de la Crisis de Octubre —pues la Unión Soviética accedió a todas las exigencias norteamericanas para conjurar el conflicto sin tener presente a Cuba—, los tuneros dieron una prueba de su elevado espíritu de patriotismo en los momentos más comprometidos
De la Crisis de Octubre se ha escrito copiosamente, tanto en Cuba como en el extranjero. Y no es para menos, pues se trata del episodio más dramático de la llamada Guerra Fría, que situó al mundo en la antesala de una contienda nuclear. Sus causas se localizan en la política hostil y agresiva seguida durante decenios por los Estados Unidos contra nuestro país, que tuvo su momento culminante en la invasión de Playa Girón.
En el territorio tunero, aquellos días “luminosos y tristes”, al decir del Che, confirmaron inequívocamente el compromiso del pueblo con su incipiente Revolución. A pesar de las amenazas y de las provocaciones del imperio, la gente se mantuvo inconmovible desde el mismo lunes 22 de octubre, cuando el Comandante en Jefe decretó la Alarma de Combate.
Dice la investigadora tunera Teresa Feria que esa noche se pusieron en pie de guerra en nuestra comarca las Milicias Nacionales Revolucionarias, las Fuerzas Armadas y la Defensa Popular. En el transcurso de unas pocas horas miles de personas tomaron posiciones en sus puestos, encabezadas por los dirigentes del Partido y de las organizaciones de masas. No quedó un reducto sin su correspondiente protección.
Como seguramente el lector conoce, en el actual territorio tunero se dislocaron tres bases coheteriles soviéticas, una de las cuales estaba ubicada en la antigua finca ganadera Potosí, sede del Estado Mayor del Segundo Regimiento de Defensa Antiaérea, sobre cuyas instalaciones la aviación yanki realizó más de un insolente vuelo rasante.
En vistas de lo peligroso de la situación, las partes soviética y tunera acordaron entonces intervenir todas las clínicas privadas existentes en la ciudad —Loreto, Tablada, Chamizo...— y ponerlas a disposición de posibles contingencias. Así, se crearon grupos sanitarios, en los cuales los Comité de Defensa de la Revolución (CDR) y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) desempeñaron un rol de primerísima línea. Para los niños y los ancianos se buscaron seguras alternativas de evacuación.
Con el territorio en zafarrancho de combate, los batallones de defensa popular procedieron a adoptar otras medidas urgentes, tales como la protección a las bases militares y el aseguramiento del transporte y el combustible. En una fábrica textil en construcción se almacenó una buena cantidad de alimentos. En los centros de trabajo se realizaron guardias permanentes. El pueblo en general donó picos, palas y hachas para las tropas. Apenas se durmió durante aquellos días de fervor patriótico.
La licenciada Feria precisa que “las mujeres tuneras estructuraron una comisión para organizarse en caso de ocupación enemiga”. A tales efectos decidieron sustituir en sus puestos de trabajo a los hombres movilizados; abrir un taller de trabajo permanente para confeccionar hamacas, mochilas y ropa interior con máquinas de coser de las propias federadas...; un grupo de ellas visitó hogares recolectando libros, ropa y medicamentos para luego enviarlos a las trincheras; otro colectivo recorrió las calles de la ciudad con altoparlantes con el propósito de ofrecerle orientaciones precisas al pueblo...
Los chóferes particulares, tanto de automóviles como de camiones, se pusieron a disposición de la difícil coyuntura y aceptaron estar siempre localizables. Trabajaban durante el día y parqueaban debidamente habilitados en horas de la noche, prestos a cumplir cualquier misión. Era el pueblo en pleno, unido en un solo puño y un solo corazón.
En el litoral tunero la moral combativa también estuvo por lo alto. Recuerda la profesora Feria que “el Batallón 592 fue desplegado a todo lo largo de la costa de Manatí, desde Mono Ciego hasta Tabor. Estaba compuesto por 500 hombres, que desafiaron lluvia y mosquitos sin dar un paso atrás”. Algo curioso: el avión U-2 derribado en Banes por aquellos días les pasó por encima en esa misma jornada en vuelo a baja altura. En la línea del horizonte, un barco de guerra norteamericano exhibía su prepotencia.
A pesar del sentimiento de desilusión y de amargura que dejó en nuestro pueblo la solución de la Crisis de Octubre —pues la Unión Soviética accedió a todas las exigencias norteamericanas para conjurar el conflicto sin tener presente a Cuba—, los tuneros dieron una prueba de su elevado espíritu de patriotismo en los momentos más comprometidos
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