Un lugar para hacer el amor
Como en las películas: pétalos de rosas en las sábanas, velas aromáticas en una bañera llena de espuma y un ramo grande de girasoles, que no vienen al caso, pero son sus preferidas, así lo pidió Juan Carlos una semana atrás y su habitación, con dos copas y una botella efervescente, ya está lista para recibir a Mariela y celebrar los veinte años que los han unido en las buenas y en las malas. Veinte años de compartir espacios, de hablar bajo, de no respirar, de dejarlo para mañana o para cuando se pueda, de soñar con la idea de novelas y películas que desde hace un tiempo es una realidad en su misma ciudad.
Son muchas las parejas que como Juan Carlos y Mariela encuentran en los hospedajes por horas un espacio para retomar su sexualidad o simplemente para cambiar la rutina y complacer algunas fantasías, aunque sean las más «retorcidas». Hoy día, una gran parte de los arrendadores particulares garantizan el espacio perdido con el cambio de objeto social de las famosas posadas, tétricas en el recuerdo de muchos, pero visitadas en sus tiempos por gran parte de la población adulta de nuestro país. De alguna manera, las hemos «conocido» a través de clásicos de la cinematografía nacional como Fresa y Chocolate, donde la lúgubre escena en la posada se confunde con una película de Alfred Hitchcock.
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