Semblanza para un Maestro Inmortal: Martín Dihigo
Su mirada iba más allá del
horizonte, y en ella se dibujaba un rostro de nobleza, hidalguía y,
sobre todo, el apego al terruño que lo vio nacer. Montones de arrobas beisboleras
arrullaban su cuerpo y él, cual simple mortal, recorría las calles de
New York, Matanzas o la capital, con la efigie natural de pelotero bueno
que lo acompañó desde los años mozos, hasta la ternura de nietos e
hijos en las piernas.
Su vida no se circunscribió al diamante, también disertó en tertulias culturales. El rostro de este hombre aparece en peñas musicales como la del trovador Sirique,
hijo de Valentín González, un pelotero de alto nivel en el siglo XIX,
de quien había heredado el apodo. A nadie negó un consejo, ni anécdotas
de tiempos de glorias, que enriquecerían el acervo cultural de la pelota
cubana, y más allá.
Lector voraz de temas disímiles, prefirió
hurgar en la historia de su país, quizás para enraizar la autoctonía y
mantener la dignidad nacional en cualquier plaza. Martí y Maceo fueron
el centro de su atención. De ellos bebió una savia vivificadora de
energía, patriotismo y entereza. Algunas peñas llevaron su nombre en
pleno apogeo, como aquella de Reina y Belascoaín. A ellas acudió y logró
enriquecerlas con el don de la palabra y el respaldo de los hechos.
http://www.cubadebate.cu/opinion/2013/11/07/semblanza-para-un-maestro-inmortal-martin-dihigo/
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