Sunday, October 21, 2012

Descubren más de un siglo de torturas encubiertas en orfanato de EEUU



maltrato-infantilLas puertas de la Escuela Industrial para Jóvenes Arthur G. Dolzer daban a un paraje idílico, poblado de vegetación, con un camino asfaltado que llevaba a unos pabellones rodeados de edificios de ladrillos, una piscina olímpica y un campo de fútbol americano.
Los jóvenes que empezaron a ser destinados allí a partir de 1900 bien podrían pensar que les había tocado la lotería. Eran jóvenes sin suerte, generalmente huérfanos o víctimas de padres que abusaban de ellos, y el Estado los había etiquetado de incorregibles, más porque no sabía qué hacer con ellos que por su conducta. Este nuevo orfanato de lujo parecía que sería el primer respiro que iban a tener en sus vidas.
Hoy, lo único que hay detrás de la Escuela Industrial para Jóvenes Arthur G. Dolzer en Marianna (Florida, Estados Unidos) son unas exiguas cruces de madera, símbolo de uno de los capítulos más negros del maltrato a la infancia en Estados Unidos.
Los antropólogos que llevan años investigando qué ocurrió exactamente en este enclave han tenido que admitir, esta semana, que bajo esas cruces hay enterrados muchos más niños de los que los registros de la escuela quieren admitir. Calculan que son unos 49, cuando los documentos históricos y el folclore indican que, como mucho debería haber 31. En realidad, no debería haber ninguno. Estos cuerpos son de niños que sucumbieron a los abusos diarios a los que fueron sometidos durante más de un siglo de torturas encubiertas en este auténtico campo de concentración para menores.
“La forma en la que nos trataban era brutal”, cuenta Bryant Middleton, uno de los pocos supervivientes de aquel horror. “A muchos se les apaleaba de forma salvaje y luego no se les volvía a ver. La anarquía que se vivía en esa escuela, la irresponsabilidad con la que abusaban de nosotros, la falta de piedad que nos mostraron al perpetrar esos actos contra niños tan pequeños, todo eso está saliendo a la luz. Está saliendo a la superficie como si los niños allí enterrados llevaran años gritando y ahora por fin se les estuviera escuchando”.
Middleton no se refiere a los años de trabajos forzados que tuvieron que sufrir porque, como niños incorregibles, no tenían otro sitio al que ir. Trabajaban horarios decididamente ilegales en las granjas de la escuela, o a veces otras, según les mandaran, porque así lo decía la inexplicable ley de Florida: que quien fuera incorregible, fuera a trabajar a las granjas del Estado. Para eso se había creado esta escuela. Los jueces y políticos locales hacían la vista gorda. Lo que denuncian los que allí vivieron es otra cosa. ¿El novísimo campo de fútbol y la atractiva piscina olímpica? Nada más que coartadas. “Escondían sangrientas palizas, violaciones o incluso asesinatos”, recuerda hoy Roger Dean Kiser, que estuvo matriculado en la escuela entre 1959 y 1961.
Fue precisamente un libro de Kiser, Los niños de la Casa Blanca, una tragedia americana, lo que llevó, hace cinco años, a las autoridades a investigar en serio qué estaba pasando en el centro. El 30 de junio de 2011 cerraron sus puertas, casi confirmando su relato. Desde entonces investigadores de varias universidades intentan esclarecer qué estaba pasando exactamente allí. A lo que aún no han respondido es a lo de la epónima Casa Blanca.
Así era como llamaban ese edificio de muros de cemento pintado de blanco “en el que se torturaba a todo aquél que se saltaba las reglas”. Narra Kiser que, un día tras su llegada, dos cuidadores le asieron por los hombros, le arrastraron hasta tan tétrico enclave, le golpearon, le asfixiaron y le flagelaron hasta que perdió la consciencia. Todo había durado dos minutos. Entonces lo llevaron al médico. Otros no tuvieron tanta suerte.
Si lo que demandan Kiser, Middleton y los supervivientes de ese orfanato de los horrores son respuestas, es posible que nunca las tengan. La ley prohíbe la exhumación de los cuerpos sin el permiso explícito de las familias que, hace años, abandonaron a sus hijos a su suerte, a morir en una pesadilla de la que jamás despertarán.
(Con información de agencias)

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